miércoles, 13 de abril de 2016

Posguerra

Siempre encuentro motivos para desvelarme. A veces simplemente la realidad me mantiene alerta porque los sueños me parecen mediocres en comparación. A veces son los sueños los que anhelo porque igual, y solo igual, si mi subconsciente se comporta, me muestre aquello que quiero ver. A veces dudas y fantasmas se apelotonan en mi cama y el simple contacto con ellos me congela los pies. Noto la oscuridad amparando pesadillas y las sábanas guardando pensamientos fúnebres al son de una balada que se me antoja el requiem de todas las cosas bonitas que me pudieran suceder. 
Tengo miedo y casi siempre es un motivo para desvelarme. Porque me paraliza cualquier cosa que consigo pueda llevar de la mano un solo objeto punzante que raje este corazón y haga llorar este alma. Cierro las puertas a todo, guardo el corazón bajo llave. Tiro las posibilidades al mar en el que siempre naufrago cuando me lanzo desde aquel acantilado; tan seductor me parece cada invierno...
Y ahora hay silencio y resuenan todas las dudas y susurran todos los recuerdos y brota en mí el insomnio que no se aventura pasajero. Me grita la razón y pocas veces atiendo. La valentía dormita, drogada por la cautela. En un nuevo terreno, desconocido y exótico, suaves son los pasos que da el alma para no dinamitar en mil pedazos. "Velar tus sueños no puedo, más puedo limpiar tus heridas de guerra." 

Cansada de batallar, descanso, los párpados mueren en la arena: no sé si me han rescatado o he llegado tras permanecer a la deriva cientos de lunas llenas.