Espero que estés bien. Espero que
hayas encontrado la calma, las respuestas, las salidas. Espero que hayas
conseguido dormir y que hayas dejado los cafés a las dos de la mañana. Espero
que el olvido aun no haya llamado a tu puerta, que tú no te hayas lanzado al abismo
de la desesperación y que la tristeza no tenga intención de quedarse a vivir.
Espero, de todo corazón, que pronto ni recuerdes cómo era una despedida. Espero
que puedas mirar otros ojos y sentir ilusión, que ni te suenen los lugares en
los que nos sentamos, que no recuerdes si me gusta el frío o el calor.
Espero que te sepan igual los
cafés, que cuando trasnoches sea sin motivo y que no pierdas ningún bus.
Espero que la dársena en la que te dejé parezca siempre perfecta para sentarse,
que miércoles no signifique nada para ti. Espero, y sé que con esto me
desesperaré, que no olvides nunca la última canción que compartimos y que unos
ojos verdes nunca más signifiquen algo para ti.
Espero que no vuelvas a hundirte
en un océano, que nunca necesites alcohol para hablar, que 24 horas te parezcan
mucho tiempo para pasar con una sola persona. Espero que tu realidad supere a
cualquier ficción, sueño o intento de felicidad y que puedas utilizar el
mecanismo que provoca en tu cerebro que olvides a alguien con solo desearlo.
Espero y esperaré siempre que ese mecanismo tenga opción de
retroceso o que al menos el olvido no exija rencor. Espero que nos
encontremos, que si lo hacemos sepa si saludarte y que si no te saludo, sepas
que estaré deseándolo.
Espero que escuches mis canciones
y que, tras haberte quemado en el fuego que sentías, hayas renacido de entre
tus cenizas.