miércoles, 26 de noviembre de 2014

Cafés derramados alguna semana después

Que alguien me saque esto de dentro.
Que alguien me saque esta mierda
o me meta algo que me llene.
Que me operen, que me abran en canal.
No para verme, porque no hay nada.
Nada, absolutamente nada más
que una mancha de café 
y  unos cuantos poemas rotos.
Que me quiten los minutos de desesperación,
que cierren la ventana; 
entran demasiados fantasmas.
Que me hagan parar cuando intento buscar respuestas
a algo que no sé si las tiene.
Que me griten, que me chillen
si no me doy cuenta de que malgasto el tiempo,
de que la noche se esfuma
aunque los relojes callan.
Que alguien me haga dejar de escribir 
sin sueño ni  fuerzas ni corazón
poemas de madrugada.
Que alguien escriba una canción
que no hable de cómo me siento,
que me haga olvidar la razón
que acalle mi pensamiento.
Que alguien me quite todo esto,
me desnude de otoños rotos,
me evite los inviernos sordos.
Y si no,
y si pretendo ser mi propio "alguien"
y sacarme de esas madrugadas
amargas como los abrazos dados después de una mentira,
que alguien me de otro café,
ya me mancho yo la camisa,
ya me rompo yo los poemas.
Escribiré de madrugada, 
que si no puedo arrancar el sentimiento
lo taparé con tinta,
lo mataré con rabia.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Finales abiertos

Caía el silencio como las primeras hojas de este otoño tardío. Caía de forma tan ruidosa que me impedía dormir, que me atormentaba en soledad, que me arañaba el alma. Me hacía pequeña y agarraba con fuerza y temblor mi cuerpo, que parecía desvanecerse con el sol a media tarde.

Horas muertas bajo las sábanas sin saber muy bien por qué; corrían las agujas del reloj de mi juventud, desperdiciaba tardes de lluvia, intensa tempestad que amenazaba con arrasarlo todo. Las luces del día iluminaban mi evidente devenir, mis días tirados, mis actos de desesperación y desesperanza, de desvelo y desdén.
De destierro de la vida.

Quería huir.
Pero correr sin fuerzas, volar sin alas, una tarde de domingo sin café.
Me repetía que había más, que saltara de la cama, que buscara un compañero de silencio y de paseo, de rutina, de un día más así.

La oscuridad traía fantasmas que me susurraban tus recuerdos y me escupian la realidad, que me atormentaban hasta que no podía más y caía rendida al mal sueño. Yo solo tenía preguntas, amaneceres forzados. Y un vacío atravesando el pecho y tocando la mirada, incapaz de expresar ni la mitad de lo que expresó antaño.

"No tengo miedo a tener miedo", tengo miedo a no poder superarlo, a caer en la cobardía y a no arriesgar nunca más, a no coger más trenes cargados de incertidumbre y esperanza, a que alguien me mire a los ojos y no ser capaz nunca más de entender que me está hablando sin palabras.