jueves, 4 de diciembre de 2014

Vajilla rota y otras realidades descompuestas

Adiós. Sonó de repente y sin dar un portazo salió, otra vez, de aquella locura. Volvió para poner punto y final antes de que yo pudiese soltar el libro y gritar una breve despedida. Huyó como siempre, antes de que yo puediese echar a correr. Huyó tan despacio que las paredes quedaron impregnadas de aquella falta de ruido.

Yo, capaz de encontrar el silencio en aquella bulliciosa ciudad, de atraparlo y meterlo en mi casa, cuando me iba daba portazos en las vidas de los demás. El estruendo tiraba las copas y rompía los cristales. El silencio me lo llevaba yo, siempre yo, pues el caos quedaba para otros y yo cerraba los ojos para no ver los destrozos que iba provocando.

Noviembre traía solo para mí aquellas tormentas que irrumpían a media noche y golpeaban las ventanas. Intentaba matar el tiempo, sonaba siempre música y cuando no, yo misma cantaba, aporreaba una guitarra, fregaba dejando notas en los platos, en las cacerolas, en cualquier despuntado tenedor.

Recordaba, con una mano en el corazón, aquellos ocasos y aquellos crepúsculos que ya pertenecían al pasado, pero que en mi mente estaban muy presentes y soñaba siempre con que fueran futuro.

Le miré a los ojos y creí encontrar verdad, pero todo se desvanecía por momentos. Se derrribaba en sin hacer ruido, como había sucedido todo aquello, sin que apenas me percatase. Adiós, sono de repente. Y me fui buscándole lógica, como si nunca hubiese esperado aquello, como si no me hubiese prevenido.

Adiós, oí una vez más. Pero ya no era real. Entre medio de aquel silencio, solo retumbaba como un recuerdo, como un atisbo de aquella decepción, otra despedida.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Cafés derramados alguna semana después

Que alguien me saque esto de dentro.
Que alguien me saque esta mierda
o me meta algo que me llene.
Que me operen, que me abran en canal.
No para verme, porque no hay nada.
Nada, absolutamente nada más
que una mancha de café 
y  unos cuantos poemas rotos.
Que me quiten los minutos de desesperación,
que cierren la ventana; 
entran demasiados fantasmas.
Que me hagan parar cuando intento buscar respuestas
a algo que no sé si las tiene.
Que me griten, que me chillen
si no me doy cuenta de que malgasto el tiempo,
de que la noche se esfuma
aunque los relojes callan.
Que alguien me haga dejar de escribir 
sin sueño ni  fuerzas ni corazón
poemas de madrugada.
Que alguien escriba una canción
que no hable de cómo me siento,
que me haga olvidar la razón
que acalle mi pensamiento.
Que alguien me quite todo esto,
me desnude de otoños rotos,
me evite los inviernos sordos.
Y si no,
y si pretendo ser mi propio "alguien"
y sacarme de esas madrugadas
amargas como los abrazos dados después de una mentira,
que alguien me de otro café,
ya me mancho yo la camisa,
ya me rompo yo los poemas.
Escribiré de madrugada, 
que si no puedo arrancar el sentimiento
lo taparé con tinta,
lo mataré con rabia.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Finales abiertos

Caía el silencio como las primeras hojas de este otoño tardío. Caía de forma tan ruidosa que me impedía dormir, que me atormentaba en soledad, que me arañaba el alma. Me hacía pequeña y agarraba con fuerza y temblor mi cuerpo, que parecía desvanecerse con el sol a media tarde.

Horas muertas bajo las sábanas sin saber muy bien por qué; corrían las agujas del reloj de mi juventud, desperdiciaba tardes de lluvia, intensa tempestad que amenazaba con arrasarlo todo. Las luces del día iluminaban mi evidente devenir, mis días tirados, mis actos de desesperación y desesperanza, de desvelo y desdén.
De destierro de la vida.

Quería huir.
Pero correr sin fuerzas, volar sin alas, una tarde de domingo sin café.
Me repetía que había más, que saltara de la cama, que buscara un compañero de silencio y de paseo, de rutina, de un día más así.

La oscuridad traía fantasmas que me susurraban tus recuerdos y me escupian la realidad, que me atormentaban hasta que no podía más y caía rendida al mal sueño. Yo solo tenía preguntas, amaneceres forzados. Y un vacío atravesando el pecho y tocando la mirada, incapaz de expresar ni la mitad de lo que expresó antaño.

"No tengo miedo a tener miedo", tengo miedo a no poder superarlo, a caer en la cobardía y a no arriesgar nunca más, a no coger más trenes cargados de incertidumbre y esperanza, a que alguien me mire a los ojos y no ser capaz nunca más de entender que me está hablando sin palabras. 

miércoles, 22 de octubre de 2014

Debilidad y noches en vela

Descuida, hacerme daño a veces es tan sencillo como respirar. No eres tú, soy yo, que nací vulnerable y con una irreflenable necesidad de que me abrazaran. Que a veces soy acero y a veces pluma, soplan a mi frágil existencia y vuelo sin rumbo, me caigo, me pisan, me rompen. 

Descuida, aún no eres un error, un mal trago, ni si quiera eres pasado. Aún eres y no 'has sido'. Y yo soy. No sé qué soy, pero soy. Porque pienso. En ti, casi todo el tiempo. En mí, el resto de él. En parar esta tormenta absurda que quiere llevárselo todo, en parar tu desastre interior, tu desesperanza, tu inseguridad, tu cobardía, tus miedos. Tu miedo a ser feliz. 

Y tranquilo, tranquilos todos, aunque no lleve paragüas no me molesta la lluvia. Y cuando llevo la disfruto. La huelo, la oigo, me dejo empapar a veces. Hasta cuando llueve en casa, en la habitación, en mi cama. Dejo que suelte su potencial; después siempre amaina. 

Sé que amaina. 

viernes, 10 de octubre de 2014

10/10/14 0:34 Madrid

Avisto sin mucha dificultad desde donde me hallo sentada esas cuatro torres que parece que caracterizan esta ciudad abarrotada de gente, que me ha absorbido la energía y las ganas en las últimas semanas, que me ha puesto la rutina y la vida patas arriba, que me han separado de cosas que quiero y me han acercado, sin embargo, a mí misma; que me he encontrado expuesta a la responsabilidad, a la falta de tiempo, al sueño, a las relaciones sociales infortuítas y un poco e inevitablemente, a la soledad.
Esta ciudad donde cada quinientos metros hay alguien pidiendo dinero, donde "la vida es un metro a punto de partir", donde dos cafés no son suficientes, donde la música suena constantemente en el subsuelo; donde comparto inquietudes con cientos de personas más. Donde soy un número, una cifra, un rostro más que se cruza con otros tantos por la calle. Aquí donde puedes cantar en el transporte público, llorar sin que te pregunten y reirte aunque te miren mal. 
Hacía más calor del que en octubre acostumbra hasta que una lluvia intensa, que pilló a media ciudad en manga corta y sin paragüas, deshizo el sol entre las nubes y ahora solo hay esa capa que permanecerá casi todo el invierno, protectora de la boina de humo y contaminación que sí que caracteriza Madrid. Sol se llenará de paragüas y gente congelada, olerá a castañas en la Plaza Mayor, buscaremos refugios en cafeterías un domingo por la mañana en el Rastro y si la facultad tiene calefacción parecerá una bendición.
Huiré un fin de semana, en esos odiosos buses con anuncios a todo volumen, de esta locura que me vió nacer y me verá formarme y volveré, a ver desde mi ventana nada más que un descampado en el que pastan ovejas y un castillo en el que sopló el aire azotando mi cara un día de septiembre en el que la vida nos dió otra oportunidad.

miércoles, 27 de agosto de 2014

El adiós de los gorriones

Como un pequeño gorrión que sintiéndose insignificante pajarillo asoma la cabeza por el nido, parpadeando varias veces, con su minúsculo corazón a mil, deslizándose alborotado y frenético por el río de la vida., procuras batir las alas para elevarte como una hoja en otoño hacia una senda correcta.

Y huyes, huyes de lo conocido y grita, grita la voz en tu interior, te mueves sin rumbo, al libre albedrío como el de las hojas al caer en otoño, de la hierba al nacer en un jardín, de los montes al elevarse altivos ante otros montes, de las personas al cruzarse sus caminos, de las peonzas al girar, de las canciones al sonar en un bar, de las noches al quedarse en vela.

Suena decadente y con cierto tono fúnebre la marcha de la vida, procuras sacar de ti la esencia de tantos años de dilación y concibes ahora el mudo como una baraja en la que escoges cartas al azar. Titubeante y con la mano en el corazón, procurando ante todo mantener el génesis de tus pensamientos, de tus actos diarios, a pesar de la fluctuosa trayectoria de tantos otros que, como tu, salieron con la espalda cargada de recuerdos y las manos marcadas de experiencias supuestamente determinantes y que llevarían a decisiones inequívocas (quedándose después atados a la cuerda que nos une a la resignación), mueves la primera pieza del futuro.

Pues hace eco, hace mella en tu interior la idea de quitarse las cadenas y dejarse mecer por el aire procedente de la libertad aparente, de la milésima parte de la libertad que puede conseguirse en una vida de dictados, cánones y reglas marcadas por tus semejantes, por hombres libres pero encadenados, por seres únicos pero iguales, por seres con miedo y a la vez con ambición.

"Vuela" grita en su interior, "vuela lejos de aquellos grilletes que maniataban tus sueños, de aquellas palabras que desgastaban tus días, de aquellos que nunca te quisieron capaces de partir."

Y se fue el gorrión hacia tierras más cálidas, a pasar solo pero libre muchas noches sin dormir.

martes, 26 de agosto de 2014

Notas en desorden.

Tire tu ropa a lavar, tu olor, y probablemente todo lo que era tuyo en mí.
Nunca poner una lavadora fue tan difícil.

Hoy, el insomnio me recuerda lo fácil que puede ser caer en un mar de lágrimas.
O quizá caer en un mar de lágrimas me recuerda que aún tengo insomnio.

Perdida en unos ojos negros, más culpable aún, estúpidamente perdida.

¿Y si todo esto esta mal? De repente, me convierto en el abismo, en el monstruo, en mi propio miedo y engullo todo aquello que durante meses me hizo sonreír.

No podía evitar pensar que, a pesar de todo, echaba de menos ponerme bufanda y salir a pasear bajo un cielo despejado y rodeada de aquel aire frío que envuelve Madrid en invierno.

domingo, 10 de agosto de 2014

Veranos de vorágine

Sacudía como las olas del mar en un día de tormenta, como el viento cuando eres pluma. Sacudía fuerte y te impedía respirar, pensar, reaccionar. Cogías una bocanada de aire y caías inmerso entre sus brazos, que agarraban fuertemente cualquier sentimiento bueno que pudiera surgir, y no lo dejaba escapar. Palpabas su forma, a veces concebías su olor, pocas veces mirabas qué era exactamente lo que te estaba llevando. Pocas veces te mecías en sus negros parajes.

Resonaba una carcajada que ocultaba un sentimiento ya conocido. Con el abismo ante tus ojos, sentado al filo de las malas decisiones, estabas tu con la cabeza entre los brazos, sollozando y remendando con hilo fino aquellas dudas y penas, poniendo algún parche, cantándole al tiempo y rogando que, por favor, más días no significaran más posibilidades de caer.

viernes, 18 de julio de 2014

Stand by

Camino nada lentamente hacia donde me lleven mis pies. Pienso en un sitio en el que refugiarme de todo, que conozco, pero veo otro camino. No sé a donde lleva, pero me gusta. Sopla fuertemente el viento y hace eco en mis oídos. Con las manos en los bolsillos avanzo hasta que veo un potrillo mamando de su madre. Hacen una imagen preciosa que me obliga sonreír. La naturaleza es maravillosa. En ella me interno y continúo por mi camino, lleno de malas hierbas y barro. Me mancho las zapatillas y me da igual, mientras eso me lleve a alejarme un poco de todo. Sale el sol entre tanta nube. Los psicólogos lo saben y yo también: el buen tiempo te alegra. Pero a mi me gusta que llueva. Por nada en especial. O por todo. O porque me gustan los paraguas.

Avanzo, a veces rápido y a veces más despacio. Llego a correr y miro al cielo. Hay árboles por todas partes, campos abiertos, verdes y deslumbrantes. Sopla el viento y mueve los campos sembrados, las ramas de los árboles, las hojas, mi pelo. Todo en un mismo son, el del viento, provocando una extraña música, llevándose los mismos sueños. 

Cae mi pie en un charco. No se moja mucho, se mancha de barro. Yo canto mirando allá donde me apetece, sonrío, dejo de pensar por unos minutos en todo lo que me rodea, en cómo he pasado las últimas horas, en la presión de vivir sin vivir y la presión de vivir viviendo. 

¿Y si supiéramos cuándo vamos a morir? ¿Viviríamos más felices? ¿Haríamos todas las cosas que aún no estamos haciendo porque pensamos que "ya habrá tiempo"? 

Silencio. Absoluto silencio y una mano redentora y cálida que me arrulla. Me siento más tranquila y ya no quiero huir. Quiero quedarme ahí, arropada. 

Vuelvo andando rápido, dejo mi camino atrás. Era el mismo sitio pero era diferente. Era lejanía, soledad, pensamiento.

Una tregua en medio de un desastre interior.

jueves, 26 de junio de 2014

Pido de corazón

Se me ocurren tantas cosas que escribir. Sobre la soledad. Metafórica y literalmente hablando de ella. Porque hay veces que estas solo, solo de todas las maneras posibles. Un árbol en medio de un bosque está menos solo que tú, al menos los de Greenpeace piensan en él. Se preocupan por él. ¿Pero por tí? ¿Alguien se desvelará porque tú, cosa insignificante, quejica y que se considera buena persona no duermas esta noche? Porque no sean tus problemas los que te desvelan, si no que al resto de la gente esos problemas le den completa y simplemente igual. Podrían hacer más por ti, pero no lo hacen. ¿Será el egoismo, las ganas de cuidarse preferentemente a uno mismo antes que a los demás? Sea quien sea, esté como esté. Cuando te mueras todos dirán lo buena persona que eras y las cosas maravillosas que te caracterizaban. Pero que en vida a todo el mundo le importaron un pito. ¿Verdad? Verdad. Pido para la humanidad, menos palabras y más actos. Menos "qué pena" y más "yo te ayudo". Pero sobretodo, menos egoísmo y más amor.

domingo, 22 de junio de 2014

¿Qué buscas?

Quizá el alma de Soria, recorriendo sus calles a la hora en la que el sol está más alto, cuando se oyen los pasos, el pequeño susurro del viento. Volvía una y otra vez, repetía las calles por las que pasaba y me perdía y me encontraba sin ni si quiera pretenderlo. Desde las calles más pobres a los barrios de poetas, a los cafés de inspiración, a las plazas de bancos y fuentes sin agua.
Para mí eran recuerdos. Muchas de esas calles y jardines. Árboles altos, rosas enredadas en la puerta a noches largas, amenas, oscuras y esperanzadoras. Como yo cuando llegué aquí, viendo a Machado por todas partes, con toques burdeos y botellas rotas...

domingo, 15 de junio de 2014

Cuestión de perspectivas.

Vi a tres personas sentadas en una de las mesas de un bar de aquella plaza soriana que tiene varios tubitos que se iluminan, pero aún así resulta que la plaza no se llama "la del Tubo" por eso. Una chica de unos catorce años con sus padres, muy callados, mirando a ninguna parte. Ni si quiera a los cantantes a los que casi nadie hacía demasiado caso.

Un ambiente cálido y de tranquilidad recorría todo el cuadrado, a casi todas las personas que estaban allí charlando, interactuando con otras, compartiendo sus impresiones de aquel maravilloso jueves. Había paz, las cervezas, las patatas y las palabras volaban y una sonrisa se dibujaba en mi cara cada vez que me daba cuenta de que estaba exactamente donde quería estar.

La miré pasiva y sonriente. Se reía con la misma naturalidad de siempre. Pero no parecía una de aquellas chicas de película que se ríen dulcemente con los dientes impolutamente blancos y el pelo brillante y en movimiento. Era una persona natural de verdad. Con sus defectos, que pocas veces conseguía vérselos, pero sabía que estaban ahí, en alguna parte, detrás de la bondad y los comentarios ingeniosos, de la calidez de sus abrazos y de su sinceridad.

Iba cayendo el sol, y eché otro vistazo. La plaza estaba igual, para casi todo el mundo. El mismo ambiente, las mismas sensaciones. pero tres personas sentadas en una mesa, una chica de unos catorce años con sus padres, reían animados y conversaban sin perderse palabra con una mujer sentada en la cuarta silla que cerraba la mesa. No sé quien era, ni de qué se reían, pero la plaza dejó de ser la misma.

Aunque yo tuviese al lado a la misma persona, calmándome los llantos, velándome los sueños.

jueves, 22 de mayo de 2014

Sobre ancianas y comillas.


Desde hace tan solo tres días, me dejo caer durante apenas media hora en la sala de fisioterapia del único centro de salud que hay en mi pueblo. Gracias a dios (en minúscula, como pura expresión), esto no es Madrid. En un mes consigues que te vea un especialista y te toquetee un poco ese músculo que te tiene en un sinvivir. Pero no solo a ti. Compartes consulta con otras personas, en mi caso, "abuelas". O ancianas. Y alguna mujer de mediana edad. 
No sé por qué me sorprendió que charlaran sin cesar sobre asuntos tan diversos como qué ponerse si eres madrina en una boda, a qué edad se tienen los hijos, qué le pica al marido. Se quejan sobre su trabajo (supongo que "agravado" por el mal que les haya llevado hasta mi fisioterapeuta con nombre de cantante): "cuando yo era joven tenía ilusión de trabajar, de aprender, pero a estas alturas yo estoy aburrida ya."

Me quitan de un "microondas", me ponen en otro sitio y siguen con mi "sinvivir" personal.

Hasta traen "sobaos" caseros de vez en cuando. Algo que me llena un poco antes de entrar otra vez (tarde) a clase. Me preguntan qué tal las notas, me ven estudiando y con cara de morir ese mismo día. Mi propia "crónica de una muerte anunciada". O casi muerte, porque como dice mi profesor de filosofía: todo el mundo sobrevive a segundo de bachillerato. Con sobrevivir no se refiere a aprobar, claro, ni mucho menos. 
Yo intento sonreír y ser amable "Hola, buenos días, hola, ¿qué tal?" y "Hasta mañana, hasta el miércoles, adiós, gracias por todo".

Suspiro. Las relaciones con otras personas nunca fueron mi fuerte, a veces la naturalidad me la juega y le suelto un "tu" a quien le tengo que decir un "usted" y me debato sobre a qué edad una mujer pasa a ser "señora" y no "señorita" o si preguntarle si está casada. Algo que por cierto es profundamente sexista. ¿Por qué las mujeres casadas son señoras? ¿O no son señoras? ¿Por qué no las llamamos señoritas a todas? Ah, claro, para que Abraham Mateo no cante a media España y acabemos millones y millones con una sordera irreversible.

Lo que pasa en esos escasos treinta minutos de interactuar a medias y a malas con personas que piensan que su vida se ha desgastado, que se acaba y que a una boda si eres madrina hay que ir como un pincel, es que a pesar de que ellas saben más, obviamente, que yo, mi espíritu, o lo que tenga ahí dentro: una neurona, un montón, un corazón que hace "bum-bum" o un almacén de ideas, recuerdos y esperanzas, me dice que no quiere ser madrina de una boda, que quiere hacer "sobaos" cuando sea ancianita y que viva hasta el último segundo, porque la vida es algo que no se debe desgastar. O como dice La Raiz, "la vida es un cigarro que no se debe apagar".

viernes, 9 de mayo de 2014

A la Beatriz de los trece años.

Querida yo. Yo con trece yo empezando a cambiar, yo hace tan solo casi cinco años de mi vida:

Acabas de entrar al instituto. Bueno, hace unos meses. Para ti es algo nuevo y asombroso, en muchos aspectos. Te chocas por los pasillos con chicos y chicas que luego verás cuando en unos años salgas por la noche y todos te sonarán de algo. Pero tu medirás varios centímetros más y habrás cambiado.
Vengo a decirte que, ante todo, conserves la calma. Que tu mal genio va a durar muchos años (muchos, muchos años) y aprenderás a utilizarlo de forma eficiente y contra gente que solo te hace mal en tu vida (casi siempre, hay que perfeccionarlo). Procura respirar antes de explotar, la vida es mucho más tranquila si la mayor parte de las cosas y de las personas te dan igual. Más que nada porque esas cosas y personas no valdrán tanto la pena como tu quieres que valgan. No te lo tomes a pecho.
Estás igual que todos estos años atrás, intentando conocer gente con la que entablar una buena amistad, de las que duran para toda la vida. Va a ser difícil. La mayor parte de la gente no sabe ni lo que significa ser un buen amigo, ni si quiera ser una buena persona. Pero no te sientas ofendida, ni menospreciada. Mírate al espejo alguna mañana y piensa que vales más de lo que mucha gente te quiere hacer creer. Sin ser egocéntrica, sin pecar de soberbia, ya tendrás tiempo de eso y verás que es absurdo. Quiérete un poco más, que eres la única persona que va a estar siempre contigo. La vida no son solo cosas malas y tu eres también cosas bonitas. Descubrirás que tienes cosas que tarde o temprano, serán lo que te definan y lo que te haga feliz.
Aprovecha a tu hermana mayor (o a tu única hermana, por ahora), dentro de poco se irá y descubrirás que podría haberte enseñado muchas más cosas si hubieseis tenido buena relación. Aprenderás a quererla como se debe, a apreciar sus defectos y a preocuparte en silencio. Algún día te servirá de ayuda, aunque ahora no lo creas. 
No discutas en casa mas de la cuenta, vuelve a respirar, cuenta hasta diez, te ahorrarás muchas lágrimas y malos tragos, muchos momentos que querrás olvidar y muchas cosas que te repercutirán en el futuro. 
Te lo digo yo, ahora, con casi dieciocho años y a punto de irme de casa. Tu y yo sabemos que es lo que siempre hemos querido. No porque seamos infelices, sino porque no creemos encajar aquí. Ganarás muchas cosas buenas estos últimos años, y aún así querrás irte. Quieres más, eres ambiciosa contigo misma. Y no querrás dinero, ni salir hasta cuando, como, a donde y con quien te de la gana, ni querrás ser guapa y divina. Querrás poder ir a librerías de segunda mano siempre que quieras, poder escaparte, ir a sitios donde nadie te conozca, leer un libro en mitad de un parque lleno de gente desconocida. Querrás poder apoyar las cosas en las que crees. Querrás saber, conocer, aprender tantas cosas que tu mente rebose de conocimientos y felicidad. Querrás luchar por cosas buenas y justas. Querrás conocer personas con las que compartir miles de ideas y aprender a servirte por ti misma de una vez. 
No pierdas la esperanza, ni la paciencia, ni los nervios. Vivirás cosas tan bonitas que harán que te olvides de todos los malos tragos. Conocerás a tanta gente que vale la pena que ni te mirarán a los ojos aquellos que te dijeron que tu "no". Y no significa que no vayas a pasar cosas malas, pero irás aprendiendo a llevarlas, a matarlas con palabras, canciones, paseos bajo la lluvia y voluntad.

Y, querida Beatriz de los trece años: coge un papel y, por favor, escribe. 

viernes, 11 de abril de 2014

...un puente infinito

Un silencio natural,
que no es silencioso
porque es susurro de ríos y pájaros.
La brisa suave del atardecer,
que no llega a despeinarme el pelo
pero me limpia por dentro.
Y mis entrañas salen
y el Sol cae encima de nosotros.
Pronto se difuminan los brillantes colores
de la montaña sobre la que pondría mi casa
(nuestra),
y los abetos se esconden en la oscuridad.
Ellos serían parte de nuestra soledad acompañada,
de nuestros devenires sentimentales.
Pero el río corre, igual que el tiempo.
Los mosquitos no hacen nada,
revolotean inútilmente sobre nuestras cabezas.
Hipotéticos rumbos de aviones
surcan nuestra imaginación;
y todo cambia lentamente a nuestro alrededor...


viernes, 4 de abril de 2014

El fin o el principio.

Busco un botón. Un botón que luce muy hondo en mi interior. Desde que era pequeña, desde que lloré por primera vez en los brazos de mis padres. Y que mantengo hasta hoy, menos de lo que espero que sea un cuarto de mi vida. Ese botón es el freno, el "stop" de algo que no me deja vivir con calma, por mucho que lo intente. No, no son fantasmas, ni recuerdos, ni que me este volviendo loca (creo). Es mi impulsividad. O mi carácter, aunque eso incluiría muchas cosas más. Vive en las entrañas, entre lianas y selvas amazónicas, entre cráteres de volcanes y escombros de sentimientos que caen cuando se rompen, cuando se apagan. Algunos de esos escombros, o despejan el camino o lo enturbian, siendo imposibles de traspasar, siendo el origen de más rabia y enfados. El botón se ríe de mi con su deslumbrante luz, que me aborda siempre en los peores momentos y no me deja ver. Me cega con su injusticia, con su falta de empatía, con su poca sabiduría y experiencia.
La experiencia que le fata la voy adquiriendo yo. Como un videojuego en el que cada experiencia es un punto, una vida, una esperanza más para llegar al botón y pulsarlo, apagarlo, destruirlo y acabar así con mis reacciones. El camino es áspero y la dificultad se haya en averiguar qué parte es culpa del botón y qué parte debe ser así. Pero no me arriesgo. Prefiero acabar con él, matarlo, acabándose así con una parte de mi que casi todo el tiempo deseo que no vuelva.

Hay días en los que la luz no te deja avanzar, pero de repente caes por un barranco, te pegas un golpe.
Y estás más cerca de acabar con parte de esa niña que sus padres un día sujetaron en brazos.

lunes, 31 de marzo de 2014

Preprimavera.

He cultivado poesía en tus labios,
que a veces también son los míos.
Y he comprendido que
las primaveras adelantadas
solo son fruto de tus versos.
He perdido el tiempo en ti,
que a veces somos nosotros
Y prefiero llamarlo gastar
en regar campos de secano
malditos de inviernos rotos.
He crecido en tu mente abierta,
que a veces es el escenario de mis sueños.
Y he querido pasarte de mi
flores lilas puntiagudas
que evitan heridas del corazón.
He descansado en tus brazos,
que a veces no distingo de los míos.
Y no he deseado más motivos
que querer mantener
tu primavera en mi jardín.

Exilio

Nada ocurre nunca como esperas. Una especie de hilo invisible tiene atadas por los tobillos (y por el corazón) a todas las personas. Quizá la única forma de evitar esto sea una casa en la montaña, ajena a todo, provista de todo. De exquisitos e interminables manjares, de preciosos y eternos libros y pájaros cantores en la ventana. Acorde con cualquier personalidad solitaria y agotada por el mundo. Serías tú y tu vida. 

Solo tú podrías intervenir en tus actos, en tus pensamientos, casi hasta la locura (o la cordura, nunca se sabría bien). Casi perdiendo la facultad de hablar, de comunicar, de sentir hacia otras personas. ¿Sentir qué? Cualquier cosa. Odio, amor, deseo, rechazo, indiferencia. ¿Y qué sentirías tu hacia ti mismo? Mirarte a un espejo cada día y ver como pasan los años. Como la vida te consume sin que le regales tus momentos, tu tiempo a alguien. Vivir de recuerdos, de sueños, de la imaginación. La realidad se volvería lejana, ajena, desconocida. Como un amor de la adolescencia que decidió olvidar. ¿Y amor? ¿Te olvidarás de amar? ¿Te olvidarás de aquel sentimiento irrefrenable, indescriptible, que confunde, altera, cambia a las almas más dolidas e introvertidas?

Si, estarías solo, protegido de la vanidad, del odio, del rencor, de los desdenes, los llantos, los fracasos. Pero la intimidad deja de ser intimidad cuando se convierte en costumbre, cuando nadie puede romperla. Y se convierte en soledad, una soledad revuelta con tu cuerpo en una mezcolanza homogénea e inseparable. 

Sería la libertad de nada.

martes, 25 de marzo de 2014

Martes y veinticinco.

Un error. Algo que por casualidad y sin realmente saberlo te estrella las ilusiones en la cara. ves como se desmoronan tus sueños. Algo de lo que puede que en unos años apenas te acuerdes. Algo que seguramente desde fuera carecerá de importancia. Pero todas las ideas que tenías en tu cabeza se quedarán ahí, guardadas. En ella hasta que cojas fuerzas para retomar una idea que resultó ser horas y horas de trabajo fracasado. 
Una esperanza atisba. Parece que exagero. Pero para mi supone una oportunidad perdida. Algo que, además, se me restregará durante algunas semanas. Me desilusiono y desespero, me debato entre el esfuerzo último y el abandono. 
La rabia me recorre absurda e inútilmente. Al fin y al cabo, con lamentarme no gano nunca nada. Así que se me pasan por la cabeza ideas desesperadas con las que rematar esto sin un mal sabor de boca. Con las que tirar hacia delante y respirar aliviada. 
Rebusqué en mi memoria, en mi imaginación. No podía jugarme una mala pasada. Ahora no. 

miércoles, 12 de febrero de 2014

Déjalo.

Me recorría por dentro. Yo lo notaba, el dolor de siempre después de toda una vida a su lado. Intentaba encontrar el fallo, el interruptor que encendiese en mi mente el motivo de aquellas palabras.
Respiré hondo y entendí que por mucho que huyera, corriera e intentara empezar de nuevo, casi dos décadas habían expirado y más de un millón de veces se habían quedado las palabras en el pozo de las buenas intenciones, y jamás conseguiría tener aquello que a veces hasta suplicaba, rogando y pidiendo por favor de cualquier forma que mis palabras retumbaran en aquel corazón que a veces era de hielo y a veces se derretía.

Dejé las esperanzas en el mismo sitio donde un día dejé los sueños y continué, cantando mentalmente una de esas canciones que me salvan de los abismos.

miércoles, 29 de enero de 2014

"El olvidado"

Como si de un libro se tratase,
de los de papel y portada
cuenta con las notas que tiene
como son sus madrugadas.
Ella, silenciosa y siempre
sobre una hoja rasgada
con esperanza hace
pasar la tinta por el alma.
Y el barco en el cual navega
con las cuerdas hace magia.
El mástil que hace variar
entre soneto y melodía,
una historia ya olvidada.
Él, impetuoso y siempre
sobre su blanco instrumento
cuenta que siente rabia.
Ella le cuenta cuentos
de marineros que pierden
la vida en alta mar por culpa
de cantos de sirenas
que cambiaron por piernas su voz.
Pasa el tiempo en tierra firme
El silencio afloró
y la vida,
obligada a seguir sin mar
leía cada noche sus historias
escuchaba cada amanecer
su soledad.

martes, 28 de enero de 2014

Más de tres mil millones.

Leo todos los días sobre un tema que me trae de cabeza: el feminismo. Aunque siempre teniendo bastante clara en qué posición me encuentro y me encontraré siempre, porque lo único peor que un obrero de derechas es una mujer machista. Bueno, si cabe, hay algo peor que ser machista, y es saberlo y no querer remediarlo. Darme cuenta en el último año de mi vida de la cantidad de cosas machistas que me rodean y que digo y sobretodo puedo llegar a pensar al cabo del día me hacen plantearme cómo darme cuenta de cuál es ese punto medio exacto al que queremos llegar al fin y al cabo: la igualdad. 
Suena a tópico, soltado por una cría que hace apenas unos años no tenía ni idea de nada y que se sentía tan vulnerable a la inseguridad como muchas otras chicas. No digo mujeres, porque hace unos años era un niña. Solo eso. Incluso utilizar la palabra "mujer" ahora ara designarme me parece demasiado grande. 

¿Qué es una mujer? Si le mandas dibujar a un niño una mujer empezaría por ponerle el pelo largo. Seguidamente un vestido y puede que hasta unos tacones. Quizá le pinte los labios y hasta los ojos. O le haga pechos. Tomará como referencia a su madre, o a su profesora, pero si le dices que pinte a una "mujer", ¿dibujará a una compañera de clase? Seguramente no. 

Si buscas "mujer" en Google te aparecerán un montón de imágenes de, obviamente, mujeres, la mayoría de ellas guapísimas y maquilladas. Y figuras de mujeres delgadas, estilizadas, elegantes, sexys... Quizá te aparezca alguna embarazada, o la Virgen María. Pero eso no viene a cuento.

¿Qué tiene que ser una mujer? Guapa, delgada, sensual, azarosa, complicada, ¿quizá? Tiene que cuidar su imagen. Estar siempre bien peinada, deslumbrante, preparada para todo. Tiene que tener curvas, de esas que aparecen en las imágenes de Google. Perfectamente depilada y suave como el culito de un bebé. Tiene que cuidar qué se pone. Que no enseñe más de lo necesario. Pero un poco si, recordad: siempre sexys. Tiene que quererse a sí misma. Y con esto quiero decir que no debe besar a muchas personas, ni enseñarle su cuerpo a muchas personas, y mucho menos acostarse con muchas personas. Una mujer se pone guapa para que los demás la vean y lo piensen. No para sí misma porque le guste. Debe "estar mona" para los demás. Una mujer tiene que querer un hombre que la proteja, querer tener hijos, ser una madre que mantenga la figura después de tenerlos. Tiene que ser dulce y le tienen que encantar que su pareja le haga regalos con cualquier motivo: un ramo de flores, ositos de peluche, bombones, collares... Le tienen que gustar los vestidos, las faldas, los tacones, el maquillaje. Tiene que querer adelgazar antes de todos los veranos. 

"Exagerada" pensarán algunos.

Si, estoy exagerando. Pero releelo y piensa en que dirías de una mujer si hiciera todo lo contrario de eso.

sábado, 25 de enero de 2014

Se buena chica.

Asúmelo, no puedes hacer nada, resígnate. Sigue adelante, olvídalo, llora por ello de vez en cuando. Guarda los recuerdos siempre que puedas. No luches, no incordies. Que nadie te vea pasarlo mal. No te quejes. No te tomes las cosas a pecho, no es des importancia, pero no te descuides. Preocúpate por los demás. No te comportes como una niña: no eres una adulta. No sabes nada, no hables, no digas tonterías, que no te juzguen mal. Vístete correctamente, no te salgas demasiado de las modas. Arréglate cuando las fechas lo dicten. No te quejes. No grites, la culpa la tienes tú. Estudia pero no te agobies. Tu futuro depende de esto. No intentes entender las cosas, y mucho menos cambiarlas. No eres nadie. Búscate un trabajo en cuanto acabes de estudiar. Ayuda aunque no te lo vayan a agradecer. Por mucho que hagas, te sentirás inútil. Nunca va todo bien. No seas borde con la gente, se encantadora y sociable, hasta con los que te parecen gilipollas. No se lo digas, guárdatelo, invítales a una cerveza. Ríete con las bromas estúpidas. No mires mal a nadie, no señales. Esta mal odiar a alguien. Cuídate las compañías. Haz como que no sabes nada. Piensa que los platos rotos no lo están. No guardes rencor a nadie. Haz lo que te manden, dependes de muchas más personas de las que crees. No discutas, no te metas en política, que te de igual lo que hacen contigo y tu vida. No te cases hasta los treinta, pero cásate. Ten hijos. Cámbiate de móvil de vez en cuando. Vístete mejor. Levántate de buen humor todas las mañanas. No te enfades, no pierdas los estribos, se educada y no te indignes demasiado.

Intenta ser feliz, y si no, aparéntalo. Y sobretodo, no te quejes.

domingo, 12 de enero de 2014

No necesito motivos para la soledad.

No necesito motivos para estar sola. A veces la soledad me inspira. No necesito motivos para querer salir a pasear sin hablar ni hacer nada interesante. Para encerrarme y escuchar música en silencio, dormitar a media tarde o leer parando en cada página. Tampoco los necesito para bailar sola mientras cocino, en la ducha o para tocar la guitarra y cantar a plena voz canciones tristes. No los necesito, pero a veces los tengo. Motivos derivados de "nada en especial". Motivos derivados de pesadillas guardadas por obligación y de ilusiones que no quisieron compartir conmigo. Del mundo me cansa y las personas me aburren. Si, aunque parezca imposible, las personas me aburren. Y si no me aburren no me dan motivos para dar paseos con ellas. 

Así que salgo a dar paseos sola y, si me canso de mí, busco a alguien con quien hablar de mis pesadillas. Aunque no le interesen.

jueves, 2 de enero de 2014

Viejo no es lo mismo que antiguo.

Había pasado el tiempo. Yo lo notaba en su cara, un poco más desgastada y llena de arrugas. Tenía los ojos rojos. Unos ojos verdes que yo me preguntaba cada vez que le veía si eran los que yo había heredado. A veces lo parecían, a veces no. El pelo un poco más blanco, un poco más débil. La voz sonaba como siempre: única, rota, alta. Se reía enseñando los dientes como siempre había hecho, con una risa nerviosa que seguro que había heredado yo. Nerviosa pero contagiosa. 
Hablábamos de la vida. A mi me parecía absurdo que alguien que apenas había llevado un camino recto en su vida me hablara de ella. Procuraba leer entre líneas, buscar detrás de cada palabra aquella verdad que me tenía en vilo desde que se me calló del altar. En esos momentos deseaba no haber crecido, deseaba no saber algunas cosas, no darme cuenta de otras. Deseaba pensar que era la niña más afortunada del mundo y que él había sido y será siempre lo que yo quería que fuese. Me volvió a mirar. Se le veía cansado. 
A pesar de todo lo que se había roto con el paso de los años, seguía habiendo una extraña complicidad. Algo que hacía que todas las demás personas de la sala sobraran al no entender lo que yo sentía al verle. No sabía si el sentía lo mismo, ese cúmulo de sentimientos y recuerdos que luchaban por llevarse a la tumba una imagen correcta de él. '¿Quién es?', me preguntaba a veces, después de casi dos décadas en su vida. 
Me preocupaba más de lo que él pensaba. De lo que yo entiendo y de lo que mucha gente quería que me preocupase. Pero me daba igual. Evitaba los fantasmas, las malas intenciones, los malos recuerdos y le miraba otra vez.

"-¿Por dónde viene el sueño? -Por la ventana.", el mismo sitio por donde se escapan una vez rotos.