No nos gusta estar perdidos. No nos gusta estar en medio de un camino que se divide en dos, en tres, en miles de opciones a elegir. No crees que nadie pueda aclararte las ideas, no crees que nadie pueda rebuscar lo suficiente en tu enmarañada cabeza y sacar lo que de verdad, dentro de ti, quieres. Quizá ni rebuscando se sepa. Quizá necesites andar y probar. Tomar un camino sabiendo que quizá nunca más puedas volver atrás. Al final, como la razón no esta casi nunca de tu parte, decides hacer cosas absurdas y creer en supersticiones que jamás pensaste que usarías. Que tiras la moneda al aire y esperas descubrir que esconde tu mente, aunque no tu razón. Tienes miedo, como siempre. Niña estúpida, caprichosa e indecisa. Esperas que todo salga tan bien en tu vida que te quedas atrás, que no decides, que no actúas. Que intentaste educarte tanto en el pensamiento y en lo razonable que ahora solo sabes pensar. Que quizá te estas olvidando de vivir.
Así que tira la moneda y levántate alguna mañana sin saber que quieres, pero sin miedo a decidirlo.
Que si hay que deshacer el camino, se vuelve corriendo las veces que haga falta.