martes, 24 de julio de 2012

Adiós.

Adiós pequeña. Volveremos a vernos. Ha sido un placer, después de haber oído hablar tanto tiempo de ti, conocerte. Y sentirte y tocarte. Y saber que eres mucho más maravillosa de lo que las palabras pueden describir. Tan enorme que los mapas no pueden contenerte. Que las personas no aprecian ni la mitad de tu belleza, ni de tu grandeza, ni de tu historia. Que eres mucho más que monumentos y calles de souvenirs.

Volveremos a vernos. A ti, que eres tan mayor, se te hará corto. Quizá cuando vuelva ya no me reconozcas. Quizá ni yo misma me reconozca. Pero te recordaré. Si. A ti y a tus calles llenas de historia, de gente, de artistas, de vida. De cuadros en las paredes, de música en el metro, de edificios cortados, de chimeneas antiguas.

Volveremos a vernos. Tu, yo y el tiempo.

Tu y yo, París.

lunes, 2 de julio de 2012

Intento de pronóstico.

Odio este clima. Empiezo así de pesimista porque me pone de los nervios. En invierno hace frío y en verano también. ¿Pero de que narices va el tiempo? Que sea verano y no haga ni veinticinco grados es como tener la regla y que te toquen demasiado las narices. Mujeres del mundo, entendedme.
Salgo, o mejor dicho, saco un brazo, por lo que es la ventana de una habitación de mi pequeño hogar para dar un pronostico meteorológico poco acertado, ya que haga lo que haga, pasaré frío o calor. Pienso durante dos segundos y (bendito sea) uso Internet para ayudarme. Me deprimo. No hay manera de que la ropa de invierno se quede donde la de verano permanece un 75% del año.
Sales y, una vez más, tu intento de pronóstico falla. Un viento fresco te azota el cuerpo entero (ya que la ropa en verano es más bien escasa) y maldices a tus adentros mientras vuelves a entrar en casa y te cambias dos o tres veces más.
Una de las razones por las que llego tarde a todas partes.